lunes, 29 de junio de 2009

Joseph Conrad, Ridley Scott y el sentido del honor

"Napoleón I, cuya carrera fue una especie de duelo contra Europa entera, desaprobaba los lances de honor entre los oficiales de su ejército. El gran genio militar no era un espadachín y tenía poca consideración por esas tradiciones.

Sin embargo, la historia de un duelo, que adquirió caracteres legendarios en el ejército, corre paralela a la epopeya de las guerras imperiales. Ante la sorpresa y la admiración de sus compañeros de armas, dos oficiales —cual enloquecidos artistas empeñados en dorar el oro o teñir una azucena— entablaron una guerra privada en medio de la confrontación universal."

Así comienza "El duelo", relato de Joseph Conrad cuyos dos personajes, los tenientes de húsares D'Hubert y Feraud, se quedan en la imaginación de los lectores: uno quizá como personificación del valor sensato y disciplinado que enfrenta lo inevitable, el otro como la temeridad salvaje y orgullosa de quien no encuentra sentido a la vida fuera del campo de batalla, y por tanto teme a la paz.

El primero como el sentido común, burgués y a veces pacato; el otro como la desesperación que encuentra en el ejército y la inestabilidad de la guerra una posibilidad de vencer la pobreza y la mediocridad.

Así de distintos, ambos dan cuenta de algunos motivos - ascenso social, ansia de gloria, camaradería, sentido del honor - por los que cientos de miles de hombres siguieron a Napoleón Bonaparte por los campos de batalla de Europa.

Pues bien, esta historia inspiró la opera prima de Ridley Scott, con guión de Gerald Vaughan-Hughes.



Quienes hayan disfrutado "Barry Lyndon"(1975) , de Stanley Kubrick, encontrarán en "Los duelistas" la respuesta y el homenaje de Scott, quien recoge el guante de tratar una atractiva obra literaria y reproducir el espíritu de una época.

En su caso, Kubrick sintetizó y tradujo la detallada narrativa de Thackeray. Scott tuvo que inventar aspectos de una vida privada de los personajes que la economía narrativa de Conrad apenas esboza.

El material adicional da cuenta de las hábiles soluciones a la limitación de recursos, como la escena en que Feraud juega vencidas y lamenta la herida de su brazo: todo hecho dentro de una tienda de campaña, mientras unos cuantos extras transitan afuera, y que da la impresión de la vida en un enorme campamento.

Pese, o gracias quizá, a su corto presupuesto, es la película de Ridley Scott que recomendaría con más sinceridad, más que "Gladiador" y que "Cruzada", para disfrutar, además, de las actuaciones de Keith Carradine y Harvey Keitel.

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