lunes, 29 de junio de 2009

El corazón es como el diablo

Me incomoda dejar el tema del corazón a los cardiólogos y a las tablas de información nutricional en los empaques.

Me inquieta abandonar el asunto a los novelistas rosas y los guionistas de telenovelas.

En su larga historia como símbolo de los sentimientos parece haberse dicho sobre todo el corazón, pero nadie se resigna del todo a dejar de hablar de él. Y tampoco podemos, por así decirlo, dejar de imaginar que sentimos con él, por más que se nos diga que desde el punto de vista fisiológico el asunto interesa más, por ejemplo, al hígado y al cerebro.

Al corazón lo hemos hecho héroe y villano de nuestras historias íntimas y nuestros esfuerzos épicos. Nos hace taraear viejos boleros, aparece burlón y culpable en el repertorio de los trovadores de café.


La razón es quizá simple. El corazón es, entre nuestros órganos, aquel cuya actividad es más fácil de percibir para nosotros y para los demás. La mayoría de las culturas le atribuyeron una gran variedad de funciones físicas, emotivas y simbólicas: si hacemos caso de un prestigiado diccionario de símbolos, los movimientos de sístole y diástole se entendieron como la marea y el flujo de la vida, como metáforas de la expansión y contracción del universo.

A ver...exploramos más y salta el dato de que que nuestra palabra española para designarlo proviene de la antigua raíz indoeuropea Krd, y de la cual se han derivado palabras para las ideas de “corazón” y de “centro” en muchas lenguas.

Muchos sistemas simbólicos dan importancia capital al corazón. Los corazones son uno de los cuatro “palos” o series de cartas con que cuentan las barajas de juego, y que en las barajas españolas y el Tarot se corresponden con las copas. Según Evelyne y Terry Donaldson, los corazones y copas “representan el mundo subjetivo de las experiencias íntimas, como sentimientos, emociones y sensaciones”, mientras que el as de corazones representa “las cualidades supremas del amor y de la alegría, de su fuente que brota en nuestro interior”.

Los discursos religiosos, especialmente los textos sagrados de la tradición judeo-cristiana, no encontraron mejor imagen para referirse a los afectos y anhelos.

La palabra corazón aparece con sorprendente frecuencia en la Biblia, refiriéndose a la esencia del ser humano. Por ejemplo, el Deuteronomio reza: “Amarás al señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.”

Este versículo fue glosado en el siglo XII por el místico Moisés de León, cuyo Zohar, o "Libro del esplendor" , quien hace la siguiente interpretación:

“Rabí Isaac estaba sentado frente a Rabí Eleazar. Le dijo: el amor que el hombre siente hacia el Santo, bendito sea, es estimulado sólo por el corazón, porque el corazón es el agente que despierta el amor por Él. Si esto es así, ¿porqué dice el verso, primero: “...con todo tu corazón”, y a continuación: “con toda tu alma y con toda tu fuerza”? Esto implica que hay dos métodos, uno relacionado con el corazón y otro con el alma. Si el corazón es el factor determinante, ¿Qué papel desempeña el alma? Él le dijo: es verdad que el corazón y el alma son dos, pero ambos están unidos en uno. Corazón, alma y sustancia se encuentran unidos, pero el corazón es el factor primordial y el fundamental de todo. Este es el significado de “con todo tu corazón.”

Otra tradición rabínica, pero correspondiente al siglo XVIII, y debida a Babua Ben Asher, sugiere que el corazón es el primer órgano que se forma en los hombres, y su paralización marca el fin de la vida, así que el versículo en cuestión equivaldría a decir: "Amarás al señor tu Dios desde el primero hasta el último aliento."

El catolicismo reelabora estas nociones acerca del corazón: lacerado y encendido por amor, el corazón de Jesucristo recibe una devoción especial, iniciada en el siglo XVII por una monja del convento de la Visitación de Paray-le Monial y quien pasaría al santoral como Santa Margarita de Alacoque.

Para los musulmanes el corazón del hombre es el trono de Dios. Husayn Mansur Hallaj, controvertido místico de Islam, escribía: “Dios me ha hablado desde el fondo de mi corazón, y mi ciencia ha cobrado forma en mis labios, Él me ha hecho que me aproximara, a mí que estaba lejos de Él. Así me ha convertido en su íntimo y en su elegido”.

En la tradición hinduista, el corazón, que normalmente es llamado “hridaya”, recibe también el nombre de “Brahmapura”, la morada del dios Brahma. Pero hay más del corazón.

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