sábado, 13 de octubre de 2018

El reino peligroso III. El país de la maravillas y el Pueblo blanco





Continuemos nuestro viaje por el reino peligroso. El otro lado. Pero... ¿cabe la posibilidad de que los humanos no sean los únicos viajeros? Para explorar esta idea, trazaré un paralelo entre dos relatos de géneros distintos.

El primero es ese ditirambo genial de fantasía, juegos lógico y de lenguaje que nos regaló Lewis Carroll en “Alicia en el país de las maravillas” (1865). El segundo, de corte netamente fantástico, es “El pueblo blanco”, de Arthur Machen (1899).

¿Qué nos dice cada uno sobre el reino peligroso?

Antes de mostrar sus paralelos, plantearemos otra pregunta, ¿forman el horror y lo fantástico parte de Fantasía?

A priori, mi respuesta es sí, pero debo sustentarlo. El cuento de hadas no está exento de horror, y mucho menos en sus versiones más antiguas. Ogros, bujas y gigantes comedores de humanos, locura, asesinato, tortura y crueldad caracterizan a muchos de sus personajes. Cambiaformas, gohuls, espectros y toda suerte de monstruos están presentes.

En La historia interminable, Atreyu llega a la Ciudad de los Espectros, donde reina Gaya, la princesa tenebrosa. Allí moran los terrores y desvaríos de la mente humana. Es decir, Ende nos dice que las criaturas de horror forman parte con pleno derecho de los seres de Fantasía. 

Sobre lo fantástico, un análisis de género literario podría decirnos que no, que se trata justamente de lo contrario y el horror se genera cuando concebimos que es nuestra realidad la que puede recibir visitas indeseadas. 

Para sustentar este tratamiento del cuento de horror como un relato fantástico me acojo a la perspectiva de Jorge Luis Borges en su "Antología del relato fantástico"  Si en el cuento de fantasía los humanos somos viajeros que entran al otro lado, en el relato fantástico las leyes de la realidad se alteran y es nuestro mundo el invadido.

El cuento de hadas y la fantasía parecen seguros, pues se plantea la posibilidad de cruzar entre mundos y sentirnos a salvo al despertar en nuestras camas, abrir los ojos o bien apartar la mirada del ensueño.

Por otro lado, el clásico relato de horror sobrenatural, entendido como una variante del relato fantástico, juega con ciertas reglas para que la realidad se altere, esto ocurre a ciertas horas (de preferencia por la noche), en ciertos lugares (cementerios, pueblos embrujados, cruces de caminos y bosques tenebrosos) y bajo ciertas condiciones (p.e. la Noche de Walpurgis).

Alicia, decíamos, no trae de regreso ninguna Flor de Coleridge. Carroll prefiere establecer que el País de las maravillas y el viaje de Alicia son un ensueño. Ocurre lo mismo cuando viaja al otro lado del espejo.  No parece que el reino subterráneo y el otro lado del espejo sean cosas distintas a Fantasía.

Pero en el horror y el relato fantástico, descubrimos las posibilidades inquietantes de aquel “otro lado”.

Desde el relato fantástico podemos ver una anécdota paralela a la de Alicia en “El pueblo blanco”, un relato de Arthur Machen.  En éste la niña amiga de las hadas recibe sus visitas. Es invitada a caminar y jugar con ellas, pero el personaje se pierde y muere. 

Las únicas pistas de lo ocurrido son el paraje en el que se pierde, con una antigua estatua, y el Diario Verde, que terminará en manos de un investigador de lo fantástico. La escultura y el paraje donde se yergue son, podemos intuir, un portal. El libro es un testimonio de viaje con trascendentes secretos.



Y ¿si nos visitan del otro lado?

En el relato de Machen, de hecho, cuanto pudiera parecer Fantasía se muestra como posiblemente real. Y aquí cambiamos de género. Fantasía no nos está regalando más un cuento de hadas, sino una historia de horror, en la cual se rompen las leyes de la realidad (del “mejor mundo posible” en el que estamos) y esta distorsión implica, según Machen,  el mal, el verdadero mal, que consiste en una ruptura ilegítima de esas leyes naturales y que conlleva lo abominable, el anatema.

Para Machen, en el corazón de Fantasía, se libra una batalla de entre el bien y el mal en la que son armas los hombres y en la que podríamos decir que el botín son las potencias de su alma: voluntad, sensibilidad e imaginación.Y los habitantes que son malignos están dispuestos a seguirnos hasta nuestro mundo para buscar ese botín.  Veamos las dos siguientes citas, donde los subrayados son míos:




—La brujería y la santidad -dijo Ambrose- son las únicas realidades.

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—Luego, por otra parte, subestimamos el mal. Damos tan enorme importancia al ‘pecado’ de intromisión en nuestros bolsillos (y en nuestras esposas) que hemos olvidado completamente la atrocidad del auténtico pecado.
     ¿Y qué es el pecado? -dijo Cotgrave.


Creo que tendré que contestarle con otra pregunta. ¿Qué sentiría usted, en serio, si su gato o su perro comenzasen a hablarle y a discutir con usted con acento humano? Quedaría usted anonadado por el pavor. Estoy seguro de ello. Y si las rosas de su jardín le cantaran una canción sobrenatural, se volvería usted loco. Y suponga que los adoquines de la calle comenzaran a hincharse y a crecer ante sus ojos, y que el guijarro que usted observó por la noche hubiese echado capullos de piedra por la mañana.

La postura de Machen es clara. Para él hay cosas que está bien imaginar. Pero piensa que si esas imaginaciones tomaran cuerpo nos desquiciaríamos. Dicho de otra manera, Fantasia está bien donde está, podemos visitarla furtivamente, podemos alimentarla según las reglas y a su vez nutrir a nuestras almas de ésta, pero si desconocemos sus leyes puede devorarnos o, lo que es más pavoroso, invadir nuestra realidad.

En la siguiente entrada, compararemos los tópicos que se nos muestran de manera distinta en "Alicia" y en "El Pueblo blanco":